Mientras los líderes mundiales se reúnen en Brasil para la COP30, una sensación de déjà vu flota en el aire. Hace una década, una multitud de dignatarios posaron ante la pancarta “COP21 París”, radiantes con el optimismo nacido de la unidad global contra el cambio climático. Pero la reunión de este año luce drásticamente diferente: Xi Jinping y Narendra Modi están notablemente ausentes, junto con aproximadamente otros 160 jefes de Estado. Y quizás lo más revelador es que Donald Trump es una omisión flagrante, ya que retiró por completo a Estados Unidos del Acuerdo de París, lo que dejó a muchos cuestionando la relevancia de la cumbre en este nuevo panorama político.

La ausencia de estos actores clave dice mucho sobre las prioridades cambiantes en el escenario global. Si bien las cumbres de la COP alguna vez fueron concebidas como plataformas para la diplomacia multilateral y compromisos de acción climática, ahora se encuentran atrapadas en un tira y afloja entre intereses nacionales en competencia.

Christiana Figueres, quien dirigió el proceso climático de la ONU durante las históricas negociaciones del Acuerdo de París, afirmó sin rodeos el año pasado que el proceso de la COP “no era adecuado para su propósito”. Joss Garman, fundador del grupo de expertos Loom y ex activista climático, se hace eco de este sentimiento: “La era dorada de la diplomacia multilateral ha terminado. La política climática se trata ahora más que nunca de quién captura y controla los beneficios económicos de las nuevas industrias energéticas”.

Este cambio ha sido impulsado en parte por la agresiva búsqueda del presidente Trump de dominar los combustibles fósiles, una estrategia que defiende para convertir a Estados Unidos en la principal superpotencia energética del mundo. Ha desmantelado activamente iniciativas de energía limpia, ha hecho retroceder las regulaciones ambientales y ha presionado agresivamente a otros países para que compren petróleo y gas estadounidenses. En marcado contraste con este enfoque de “la energía primero”, China está forjando su propio camino, aprovechando su enorme capacidad de fabricación para convertirse en un líder mundial en tecnología de energía renovable.

La ironía no pasa desapercibida para los expertos: China ahora tiene la ventaja en paneles solares, turbinas eólicas, vehículos eléctricos y baterías avanzadas, todos producidos a precios increíblemente bajos. ¿El resultado? Las naciones europeas están lidiando con el dilema de abrir sus mercados y arriesgarse a colapsar las industrias nacionales o cerrar las puertas y potencialmente poner en peligro los objetivos de energía verde.

Esta competencia entre los intereses tradicionales de los combustibles fósiles y los gigantes de las energías limpias que emergen rápidamente no se trata sólo de tecnología; representa una lucha fundamental por el poder económico y geopolítico.

Con cambios tan sísmicos en la dinámica global, surge la pregunta: ¿qué le queda por lograr a la COP30? Si bien algunos argumentan que las cumbres anuales se han vuelto redundantes, otros creen que estas reuniones siguen siendo vitales como foros para responsabilizar a los países de sus compromisos y señalar el apoyo político continuo a la acción climática.

Quizás se avecina un cambio más significativo: las COP pueden evolucionar hacia reuniones más pequeñas y enfocadas que aborden desafíos específicos, como el financiamiento de infraestructura verde o el desmantelamiento de barreras comerciales en tecnologías de energía limpia. Esto sería un reenfoque estratégico: alejarse de las promesas amplias y adoptar medidas tangibles sobre el terreno, impulsadas por acuerdos bilaterales y la inversión privada en lugar de acuerdos únicamente internacionales.

La verdad es que la COP30 revelará más sobre quién está detrás de cada lado de este paradigma global emergente: aquellos que persiguen la hegemonía de los combustibles fósiles o abrazan la revolución de la energía limpia de China. Este cambio de enfoque bien puede moldear no sólo el futuro de la acción climática, sino también el panorama geopolítico más amplio en las próximas décadas.