Tres astronautas chinos varados a bordo de la estación espacial Tiangong ahora tienen un camino confirmado de regreso a la Tierra, tras el exitoso lanzamiento de una nave espacial de rescate no tripulada, Shenzhou-22. La tripulación (Zhang Lu, Wu Fei y Zhang Hongzhang) permanecerá en órbita hasta que finalice su misión programada en la primavera de 2026, pero el incidente subraya las vulnerabilidades de los protocolos espaciales de China y la necesidad más amplia de coordinación internacional en emergencias orbitales.
La cadena de eventos
La crisis comenzó cuando un presunto trozo de basura espacial dañó la cápsula de regreso destinada a la tripulación anterior, Shenzhou-20, pocas horas antes de su salida prevista. Esto obligó a la tripulación a regresar en un vehículo alternativo, dejando al equipo entrante de Shenzhou-21 sin un viaje viable a casa. La nave espacial Shenzhou-22, lanzada el 24 de noviembre desde el Centro de Lanzamiento de Satélites de Jiuquan, ahora proporciona ese salvavidas.
Problemas sistémicos y respuesta retrasada
El retraso en el lanzamiento de Shenzhou-22 (más de una semana después del daño inicial de la cápsula) plantea dudas sobre la eficiencia del protocolo. A pesar de tener una cápsula y un cohete de repuesto en espera, los astronautas permanecieron en riesgo más tiempo del necesario. Si hubiera ocurrido una emergencia durante este período, como un incendio u otro impacto, la situación podría haberse vuelto catastrófica.
El incidente pone de relieve un defecto: permitir que las tripulaciones queden varadas sin opciones de regreso inmediatas. Si bien se siguieron los protocolos de la CMSA, la lógica de esos protocolos ahora está bajo escrutinio.
Implicaciones globales y necesidad de coordinación
Este evento refleja los recientes incidentes de astronautas varados con la NASA, incluidos retrasos con el Boeing Starliner y el impacto de un meteorito que retrasó el regreso de Frank Rubio. Sin embargo, a diferencia de esos casos, la tripulación china enfrentó una espera prolongada sin respaldo inmediato. Esto refuerza el creciente consenso de que un “servicio de rescate espacial” internacional coordinado es esencial.
La cuestión no es sólo el rescate; se trata de mitigar los desechos orbitales. El creciente volumen de basura espacial en la órbita terrestre baja (LEO) plantea una amenaza existencial para todas las misiones espaciales.
“Ésta es una enorme llamada de atención”, afirmó un experto, subrayando la urgencia de abordar tanto la seguridad orbital como las capacidades de respuesta a emergencias.
La Agencia Espacial Tripulada de China parece no preocuparse por que se repita un incidente, pero este casi desastre sirve como un claro recordatorio de que incluso las misiones bien planificadas son vulnerables a las realidades impredecibles del espacio.


























