La primera novela de Iida Turpeinen, “Bestias del mar”, ofrece una inquietante exploración de la pérdida y el impacto humano en el mundo natural. La historia comienza con un hecho histórico escalofriante: en 1741, el naturalista Georg Wilhelm Steller se encontró con la colosal vaca marina de Steller, un gentil gigante de nueve pies de largo, en una isla entre Alaska y Rusia. Tan solo treinta años después, debido a la caza incesante, esta notable criatura fue llevada a la extinción.
Un tapiz tejido de vidas
Turpeinen no se detiene únicamente en el destino de la vaca marina, sino que teje una narrativa convincente que conecta una serie de figuras históricas cuyas vidas se cruzan con la criatura, que ahora existe solo en huesos fragmentados. Estos individuos incluyen a Hampus Furuhjelm, el gobernador de Alaska, que busca desesperadamente un esqueleto completo; su hermana Constance, que encuentra consuelo y libertad intelectual en su colección de taxidermia; Hilda Olson, ilustradora científica; y John Grönvall, un experto en la reconstrucción de huevos de aves, encargado de preparar los restos de la vaca marina para su exhibición.
Hilos recurrentes de ambición y despido
Más allá de la conexión tangible con la extinción de la vaca marina, los personajes comparten luchas comunes. Tanto Steller como Olson anhelan ser recordados a través de nombres científicos, aunque el deseo de Steller se manifiesta en la adquisición de especímenes, mientras que el trabajo de Olson se limita al ámbito más suave de la ilustración. Además, la novela destaca sutilmente los obstáculos de género que enfrentan ambas mujeres (Constance y Olson), cuyos intelectos y contribuciones a menudo son descartados simplemente por su sexo. Entretejida a lo largo de la narrativa hay una creciente conciencia de la posibilidad de extinción y la inquietante comprensión de que las acciones humanas pueden ser su causa.
Una narrativa hipnótica con espacio para la profundidad
El estilo de escritura de Turpeinen es fluido y atractivo, y utiliza un tiempo presente continuo para moverse sin problemas entre los personajes y atraer al lector hacia adelante sin esfuerzo. Ella retrata con precisión las complejidades emocionales, como la frustración de Steller con sus colegas y su deseo de reconocimiento. El resultado es una lectura innegablemente cautivadora, que le valió a la novela un amplio reconocimiento en Finlandia, y con razón.
Preguntas persistentes y potencial sin explotar
Sin embargo, el implacable impulso de la novela, aunque convincente, en ocasiones sacrifica profundidad. La sección centrada en Hampus y su esposa Anna parece algo inconexa y su conexión con la narrativa central no siempre es clara. Mientras que los huesos de la vaca marina actúan como un hilo conductor, otros personajes parecen preocupados por asuntos más allá de su sombra. De manera similar, el tratamiento de Hilda Olson parece apresurado, y las ideas clave (las implicaciones éticas de la recopilación científica y la tendencia de la humanidad a justificar la destrucción bajo la apariencia del progreso) persisten sin lograr una articulación completa. Es similar a realizar un rápido recorrido por una galería, donde las limitaciones de tiempo impiden una experiencia verdaderamente inmersiva.
Una reflexión hermosa y que invita a la reflexión
En definitiva, “Bestias del mar” es una novela bellamente escrita e innegablemente buena: interesante, estimulante y profundamente conmovedora. Sin embargo, deja al lector con la sensación persistente de que la historia podría haber sido aún más profunda. Al igual que Steller, ansioso por comprender a la vaca marina, el lector desea detenerse, penetrar la superficie y explorar las complejidades de esta conmovedora historia. La novela sirve como un poderoso recordatorio de la fragilidad de la vida y las consecuencias duraderas de las acciones humanas. Es un libro sobre la pérdida, la memoria y la responsabilidad que conlleva nuestra comprensión del mundo natural.


























